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martes, 23 de febrero de 2010

Bar en casa

Todos disfrutamos de salir de copas y anclar nuestra sed en una barra frente a un bartender de confianza. Aunque preparar un cóctel en casa, en nuestro espacio íntimo, escuchando la música que elegimos y sin presencias extrañas, es un placer diferente. Para vivirlo todos los días y momentos que elijamos, hay que armar un bar. Un bar en nuestra casa.

El bar en casa: la coctelería para todos los días
Años y años de crecimiento de la coctelería fogoneada en barras de bares y restaurantes, han hecho olvidar un pasado dorado de nuestra cultura: beber en casa. Quitemos el vino de esta discusión, estuvo, está y estará. Pero la tradición del aperitivo simple antes de la comida, la copa que se llevaba casi sin preámbulos al invitado, los licores para endulzar la charla arrellanada en sillones mullidos, el cognac, el whisky y demás bebidas en muchos casos han quedado reservados para las salidas fuera del hogar. Para que la casa de uno pueda convertirse en un hogar, no puede faltar un buen bar. Y esto no exige ni la tradicional barra ni una gran infraestructura. Apenas ciertas herramientas, productos frescos y bebidas. Es hora de retomar lo mejor de nuestra historia y revivirlo dándole un nuevo brillo.

El lugar
En su casa debe haber un lugar donde recibe a la gente, donde descansa luego de la jornada de trabajo esperando la noche, aquel sillón para leer, su espacio tanto íntimo como social para el placer. Cerca debe estar el bar. Uno bebe para disfrutar. No es necesario un gran espacio, quizás una mesa pequeña, hasta algún baúl, una bandeja posada sobre la mesa o en un estante de la biblioteca. Corra algunos libros y de espacio a la cultura de la bebida.

Las herramientas
No es necesario acceder a los misterios de la coctelería para disfrutar de beber en casa. Hay que partir de lo simple. Las dos herramientas principales para la preparación de cócteles son: un vaso de composición (con su correspondiente colador oruga – aquel que no deja caer los hielos al servir un Dry martini y una cuchara cóctel – aquella larga y plateada con que se mueven suavemente los hielos) y una coctelera. Se pueden sumar, mortero, tabla, un cuchillo pequeño y de buen filo y una hielera con pinza. El tema de la licuadora es algo aparte, puede tenerla, aunque los cócteles que se preparan con ella no son de los preferidos de ningún bartender. Pero puede servirle en reuniones masivas para aplacar la sed tropical de sus invitados.

Batería de productos
Se recomienda ir preparando distintos cócteles todos los días. Esto hará crecer a pasos agigantados su habilidad. Y hará que roten los productos destinados a su tarea. Puede reservar un lugar de la heladera para guardar frutas tradicionales y fáciles de conseguir todo el año (limones, pomelos, manzanas verdes) y solo cuando las consiga frescas, otras como maracuyá, frutillas, duraznos, ciruelas, limas, ananá, quinotos, mandarina. Tenga también menta fresca, latas de gaseosa lima-limón, jugo de tomates, tónica, algún sifón de soda, aceitunas y cerezas al marrasquino. Sume a su bar azúcar, salsa tabasco e inglesa, sal, molinillo de pimienta y llene su freezer de hielo, sea en cubeteras o en una bolsa que compre en la estación de servicio más cercana, puede hacer espacio quitando las molestas milanesas de soja congeladas.

Vasos y copas
La cocina tiene sus herramientas, baterías, platos, cubiertos, vasos y copas. Arme un mundo aparte. No pueden faltar copas cóctel (las conocidas también como copas de martini, aquellas con forma de V y un pie de cristal), vasos largos otros de whisky y ya si decide dar un paso más, copas de licor, de Cognac y vasos de shot.

Las bebidas
No arranque por las excentricidades como licor de fruta de pasión de algún país exótico ni por un Cognac millonario ni el single malt de la isla más indómita de Escocia. Comience por los básicos, elija aquellas que más le gustan y siempre elija bebidas de calidad. Un buen comienzo es dotarse de todo aquello que servirá para los aperitivos antes de una cena íntima o con amigos: Martini Rosso, Bianco y Dry, Cinzano, Campari, Cynar, Gin, Fernet, Gancia, Ron. En una segunda etapa adéntrese en las mieles del vodka, los blend whiskys, el buen tequila y los licores de calidad. Ya en un nivel superior avance sobre el Oporto, el Cognac, single malts de diversas regiones de Escocia (whiskys de una sola malta), Rones de 8 años o más y de distintos países caribeños, vodkas ultrapremium Rusos, Suecos, Franceses o de los Estados Unidos de Norteamérica y variedad en Gin y licores europeos.

El momento
Ya hemos elegido el lugar, tenemos las herramientas a mano, las bebidas urgentes y la cristalería brillante. ¿Cuando entrar en acción? Uno crea la ocasión, nunca espera que esta se presente ante nosotros. Al llegar a la casa, para hacer desaparecer el peso del día cotidiano, rutinario y laborable, para esperar la cena mientras cocinamos, como excusa para la charla con amigos, anticipando una salida mientras escuchamos música, para animar la sobremesa, para transformar una reunión en una fiesta, para recordar, para olvidar, para perder y para encontrar, para abandonar el día, para iluminar la noche. Cada vez que vaya a un bar, pídale al bartender explicaciones sobre la preparación de los cócteles. Cópielo, imítelo, espíe cada detalle de su trabajo. Comience por los más sencillos: Negroni (1/3 de Gin, 1/3 de Martini Rosso, 1/3 de Campari, en vaso de whisky), Campari con naranja (4/10 de Campari y el resto de jugo de naranja, en vaso largo), White russian (2/4 Vodka, 2/4 licor de café y crema apenas montada o leche, en vaso de whisky), aprenda una buena técnica para preparar un Dry Martini, busque recetas en algún buscador en la web, indague, investigue y aprenda.

Dos minutos en Nuestro Bar
Uno llega a su casa, arrasado por la jornada extensa. Se empieza a apagar el día en la ventana y en nuestro cuerpo. Abrimos el freezer y sentimos el frío en la cara. Elegimos la música para que comience a llenar el ambiente. Tomamos una copa de martini, la llevamos hasta donde guardamos el vaso de composición. Lo llenamos con hielos que movemos con la cuchara plateada hasta que el vidrio se empañe. Tiramos el agua que se desprendió del frío helado y vertemos un golpe de Martini Dry. Volvemos a revolver por cinco segundos y retiramos los restos del aperitivo. Sentimos en la cara el perfume que dejó el vermouth. Tomamos la botella de Gin y volcamos una parte dentro del vaso de composición. Acariciamos todo con la cuchara, integrando los perfumes que bañan los hielos al Gin, el alma italiana al cuerpo ingles. Cubrimos con el colador el vaso de cristal que contiene el cóctel ya listo y lo volcamos en la copa helada. Coronamos la obra, nuestro Dry Martini, sumergiendo una aceituna y tomamos la copa desde el tallo, con tres dedos y la levantamos hasta la línea del horizonte de la noche. Bebemos para dar por inaugurado nuestro bar.

Todo este acto debería durar no más de dos minutos. Y esos segundos, el futuro se alumbra y comienza a prometer más bebidas, más cócteles y más momentos de placer.

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